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La vida cotidiana en Cuba (página 2)



Partes: 1, 2

No hayo el espacio que necesito acá para problematiza
este tema tal como lo merece. Los hilos se enredan más y
más. La actitud ociosa
de quien con paciencia deshace esos entuertos no nos ayuda ha
entender bien –es decir, todo lo rápido y exacto que
reclama el caso– tan grave dilema. Entonces me ahorro los
circunloquios en el análisis del asunto. Discutamos lo
esencial: La relación cosificada entre Estado y
sociedad hoy
será la responsable de la alienación de la
condición ciudadana en la sociedad cubana. La
relación mercantil que se encuentra de fondo fue extendida
a otros espacios y momentos de la sociedad no considerados por el
régimen capitalista periférico anterior. La
clase política en Cuba, sobre
este soporte cosificado de la realidad, articuló todo el
entramado de formas institucionales y prácticas sociales
que autocalificaría después como socialistas. La
tradición populista cubana –que cerraba su ciclo
histórico en la década de 1960–, así como
el diferendo con Estados Unidos
–que motivó la militarización de la
sociedad–, sobre estas bases mercantilizadas de la vida social,
dieron al modelo de
dominación política que se estableció en
Cuba más tarde la condición de Estado
burocrático policial
que aún perdura entre
cubanos. En tal sentido, aquel "sistema de
vigilancia colectiva" que fue instituido (años 60s) en
defensa de la soberanía nacional sería el mejor
"argumento" político para descalificar después toda
actividad autónoma del sujeto popular.

Los puntos fuertes de la sociedad cubana se hallaban en la
vida cotidiana de la misma. (Un hecho que justifica esta tesis, entre
otros tantos, sería la fuga al futuro de la clase media
que catalizó el cambio
político a partir de los años 50.) Las formas de
resistencia
cultural que a través del civismo patriótico
popular
(¡que tanto debía al magisterio de esos
años!) para esa fecha se habían capilarizado hacia
el interior del tejido social de la sociedad. Nadie
negaría este "capital
político" fue vertido en el proceso
(revolucionario) nacional por las masas populares que lo hicieron
algo propio e íntimo. Todo había cambiado para lo
mismo. La razón del malestar popular actual se
encontrará en la sociedad política que se
estableció en la década de 1970. Sobre todo, justo
desde aquel instante en que se vieron obligados los lideres del
proceso (1968-1973) a hacer alta política en contra de la
soberanía popular.

En este momento fue dictada la sentencia de muerte de la
revolución
de "los humildes y para los humildes" que en 1961
–parafraseando al granjero norteamericano Abraham Lincoln
Fidel Castro
anuncia mientras la calificaba de socialista. Sin embargo, la
traición a la revolución popular estaba en camino.
La historia de esa
infamia se iniciaría con la constitución de las ORI y acabaría
con la re-fundación del PCC –es decir, entre 1961
y1965–, cuando el inicial guerrillerismo (criticado por Che Guevara a
tiempo) se
hizo vanguardismo
en la sociedad cubana. Emplearon el peor barro en la hechura del
"hombre nuevo"
que resultó de tal infamia. La sociedad espartana que se
instituyó fue reemplazada por la sociedad productivista de
las décadas de 1970/1980.  

 Sobre la
vida cotidiana en el siglo XX cubano

 Planteada en el mediodía del siglo XX, aquella
epicidad revolucionaria popular no lograría una
articulación eficaz de las interfaces que después
facilitaran la conversión del malestar social en conciencia
crítica
–y de esta última, en proyecto de
cambio radical de la sociedad–. La sociedad espartana
originaria, entonces, hallaba así su confirmación
en la retórica político-sexista de sus
líderes políticos. Mientras tanto, este viejo
discurso
"épico" mantenía el sentido carismático de
cierta gestualidad populista de base en el imaginario social y
colectivo de la sociedad (emergente) cubana. En este contexto se
forjó el paradigma de
movilización socio-política que atraviesa
tenazmente toda la historia de la Revolución
cubana en medio siglo. Ahora bien, el bajo perfil
ideológico que aún sostiene aquel paradigma ha
facilitado por décadas la ligera adecuación del
mismo frente a cambios de coyuntura radicales que se han sucedido
en el tiempo, aparentemente, sin que esto alterara una identidad
social que se justificaba al apelar a formas ritualizadas de la
vida cotidiana de los cubanos. Después de todo, la
tradición popular había legitimado la actitud
picaresca ("inteligente") frente a la altísima
contingencia que generaba el modelo neocolonial que Estados
Unidos –junto a los aliados burgueses (nativos) del
Imperio– había impuesto en Cuba
en la primera mitad del siglo XX. Pero otras soluciones
eran posibles. La adopción
de la autogestión como alternativa –que como magma
volcánico subyacía en el repertorio
simbólico popular y la tradición cultural
nacional– entonces fue desechada por los políticos
cubanos.

Pongamos en perspectiva la cuestión. Establezcamos
cierta periodización. La relación entre Estado y
sociedad –que resulta "condición objetiva" en tanto
cotidianidad de la realidad concreta– tendría
tres momentos en el siglo XX. (Estos son: caudillista, populista
y socialista.) Los modos de expresión de la vida cotidiana
han ido modificándose según la ejecutoria de tres
matrices
socioculturales singulares que hallaron su confirmación en
los procesos de
urbanización, proletarización y
burocratización de la sociedad histórica cubana. En
cambio, la identidad de la vida cotidiana se hallaría en
el intermezzo que es constituido entre estas dimensiones
simbólicas, estructurales y políticas
del proceso histórico de la sociedad existente.
Exactamente, hemos de entender la vida cotidiana como "puesta en
escena" del modelo de sociedad. (Seguimos a Adolfo Colombres
aquí: mito, rito,
fetiche.) Entenderla como ritualización de la misma,
definitivamente, significa pasar la función
enajenante de la realpolitik como condición humana posible
de la sociedad. Un estudio histórico-social de la
tradición libertaria cubana nos revelaría a la
condición de agencia del cotidiano como un aspecto
decisivo de la misma. Las prácticas
antropofágico-culturales en la sociedad –societal,
comunitaria y política– pasarían a constituir la
"racionalidad" del proceso histórico en cuestión.
En tal sentido, dicho estudio debe integrar en su agenda a los
estilos de vida cotidiana de las clases
sociales en el siglo XX cubano.

Este punto del ensayo
sólo propone ahora el modelo teórico-conceptual que
podría facilitar luego la realización de aquel
estudio histórico-social que sugería antes. Pero,
ante todo, significa un cambio epistémico radical que nos
rescataría de aquella visión floclorizante de la
vida cotidiana que obstruye su comprensión como agencia
liberadora de la sociedad (despolitizada) hoy existente en Cuba.
Entre el montón de asuntos por considerar en el estudio en
cuestión, por ejemplo, estarían los patones
sociales de la prosperidad de la sociedad neocolonial cubana en
el sistema-mundo de la posguerra, así como aquellas
exigencias sociales que se presentaron ante la Revolución
cubana en 1959.  [Patrones que habían sido modelados
por un movimiento de
capitales hacia las ciudades entre las décadas de
1940/1950. Un asunto que resulta imposible de considerar en este
ensayo.

No obstante, la omisión se suplirá con un
análisis de los imaginarios sociales de la época
que participan del cambio político que ocurre en 1959.] En
tal sentido, hemos de recordar que el movimiento que inaugura el
hecho revolucionario tenía carácter de reivindicación social de
multitudes, que, entre otras causas, –como actitud
reactiva– (quizá) hallará su única
justificación efectiva frente al impacto regresivo que
provocaba la "sociedad del consumo"
emergente en Cuba durante la década de 1950. Nunca antes
habían alcanzado las formas cosificadas de la vida
cotidiana los extremos que afectarían desde entonces a la
sociedad cubana. En verdad, halló este proceso
histórico-social una solución de continuidad con
las políticas públicas que fueron realizadas por
el Estado
cubano a partir de 1959.

Reflexiones sobre
la cotidianidad de la revolución
(1959/2001)

 Desde el régimen del becario hasta las exigencias
al miliciano, desde el uso del uniforme escolar hasta el saludo
entre compañeros, desde el desfile marcial en la
Plaza hasta la asamblea en el centro laboral, desde
los cuadros en las paredes de la sala del hogar hasta los
carteles que colgaban en lugares públicos de la ciudad,
etcétera, la imagen de plaza
sitiada se impuso en Cuba a saltos. Como sucede en toda
reacción defensiva ante la fuerza
superior del agresor, poco a poco el país devino en un
gran cuartel que exigía de soldados con una actitud viril
sin grietas ni fallas. Este será el modelo de sociedad que
se socializa en la década de 1960. El ciclo
histórico del modelo se agotará y abrirá
paso a la sociedad productivista de las décadas de
1970-1980. La lógica
política de masificación del sujeto popular
hacía la continuidad entre ambos modelos,
mientras las formas cosificadas de vida cotidiana se iban
extendiendo hasta acabar agotando la lógica cuantitativa
el campo social de la sociedad cubana. El modelo productivista de
sociedad y la apelación economicista al consumo –que
emerge en Cuba entre las décadas de 1970/1980– hacen de
hilo conductor en la historia de una sociedad mercantil
(por exceso o por defecto) que le discute al socialismo su
razón de ser libertaria y altruista. Cuando discute el
compañero Fidel Castro el hábito bodegueo
al administrar la sociedad, –como una concepción
antitética del socialismo– no hace más que
justificar la tesis que traemos acá de la mano.

El modelo de sociedad hedonista que prefigura la vida
cotidiana de la década de 1990, entonces, nos muestra los
límites
de un socialismo igualitarista que no supera la lógica
masificada de hacer sociedad que entrecasa los modelos espartano,
productivista y hedonista que hemos antes esbozado en este
estudio. Ahora bien, el dilema del sino hedonista se presenta en
el segundo lustro de la década de 1990, como una
reacción ante la depresión
(al colmo) de un consumo social cuya austeridad había sido
sostenida por treinta años en Cuba.

El estatuto de pacotilla que adquiere la mercancía
durante las décadas de 1970/1980, en particular, resulta
de la relación cosificada que identifica a un socialismo
igualitarista que no supera al capitalismo
periférico anterior, en tanto aquél se convierte en
la caricatura de
la sociedad de consumo que impuso este último en
Cuba en los años 50s. (Esto daba cierta continuidad al
sentido patrimonialista de las políticas de Estado que,
mediante el discurso oficioso (clasista, homofóbico y
racista) que se extendió por la sociedad, hacían
del cotidiano un reservorio de prejuicios sociales que
reproducían los viejos males de la sociedad anterior. Lo
que ahora complica esta situación será la
convergencia entre la emergencia de una sociedad hedonista con la
rearticulación del status quo en la segunda mitad de la
década de 1990. (¡Maridaje regresivo!) Este
sería el desafío mayor que deben enfrentar las
reformas que se realizan en Cuba hoy mismo.

La prueba mejor se hallaría si se considera la
dialéctica de los proyectos de vida
individual y colectiva dentro de una sociedad en
transición que –tal como ha resultado ser la sociedad
cubana de las décadas de 1990/2000– progresa en cuatro
momentos sucesivos que justifican cierto movimiento –en
paralelo– de las historias de la sociedad política y la
vida cotidiana del período histórico en
cuestión. Las etapas de repliegue (1989/1994),
estabilización (1995/2000), contraofensiva (2001/2006) y
reciclaje
(2007/¿2012?) de la sociedad política en Cuba,
será seguido por una secuencia similar dentro del proceso
histórico-social que constituirán los estilos
personalizados de relación sociedad-individuo que
ahora son abordados en este ensayo. Difícilmente
podría hallarse puntos de contacto entre una sociedad
política tan ocupada en mantener la gobernabilidad del
régimen estatista que le sostenía y aquel drama
histórico y humano que significaba afrontar la
situación límite que representó el realizar
un proyecto de vida personal que,
además, había sido echado a su suerte sin disponer
de los asideros suficientes que le facultaran para sortear aquel
temporal que se identificó entre cubanos –con buen
sentido del humor– como "período especial". Intentar
hacer la vida personal que se desea realizar, –así como
hallar la fórmula mágica que haga irreversible las
metas ético-sociales de la revolución popular que
se iniciara en 1959, entonces, ha sido un dilema cotidiano para
todos los cubanos.

La cuestión es cómo hacer coincidir ambos
procesos en un acto liberador. Esto exigiría la
formación de una sociedad abierta y libertaria en donde
sea posible la realización de proyectos de vida individual
y colectiva más altruistas, pertinentes y
solidarios que, asimismo, alcance a superar la
situación de marasmo que estaría afectando a la
vida cotidiana en la actualidad. Pensamos que la única
manera posible de alcanzar esa fórmula salvadora se
hallaría en una estrategia
político-cultural (civilizatoria) que fomente y consolide
las autonomías propias de sujetos sociales socializados en
aquellos valores
ético-morales que hemos antes subrayado en este párrafo. Lograr esto no parece tan sencillo
como se plantea. ¿Será posible hoy superar la
relación cosificada entre Estado y sociedad que perdura en
arquetipos mentales, infraestructuras y prácticas
cotidianas que justifican al régimen estatista cubano?
¿Podrían facilitar los métodos
burocráticos policiales actuales la transición
hacía la sociedad abierta y libertaria que soñamos?
¿Acaso la calidad moral y humana
de los actores sociales involucrados en la misión
histórica de crear tal sociedad sería suficiente
como para construir ésta y además, entrar en la
misma como sujetos responsables con los destinos de las
multitudes y de sí mismos? Seamos optimistas:
Jamás. Las formas de mediación estatista que
significan las políticas públicas del Estado
burocrático policial han tenido un impacto regresivo en la
vida cotidiana de la sociedad real existente en Cuba.

En otros trabajos hemos sido partidarios de transferir el
poder
constituyente –que se hallará hoy secuestrado por el
Estado cubano– hacia la sociedad liberada de esa tutela regresiva,
dándole mayor autonomía (integral) a la misma. Pero
hay comienza la cosa. Los medios
estatistas que han intentado replicar las formas de
autorregulación ético-social de la sociedad, en
principio, han acabado por obstruir el funcionamiento normal de
estas últimas. Después del colapso del normativismo
del Estado obrerista –una absurda filosofía legalista que alcanzaría
su hegemonía plena en las décadas de 1971/1989–,
ha sido puesta en solfa la propia institucionalidad de la actual
sociedad política en Cuba. [Esta sería la
razón política de fondo que asiste al
compañero Raúl Castro para iniciar la reforma de
Estado que se plantea.] Pero la razón de Estado omite la
cara opuesta de este dilema: Existe un déficit en formas
de autorregulación social de la sociedad, que, ahora,
exigen ser actualizadas todas para asegurar así la
sostenibilidad del proyecto de país que los cubanos
lleguen a adoptar en el futuro. En tal sentido, la tarea consiste
en integrar estos aspectos de la vida cotidiana en la agenda
nacional de debates por realizar. (Y esto justifica mi ensayo.)
La cuestión de construir una cultura que
sea alternativa al modelo de sociedad colonial, patriarcal y
racista –que impuso el capitalismo histórico al mundo–
queda así (aquí y ahora) planteada ante los
cubanos. Cambiar de lugar no resolvería este grave dilema.
Construir nuevos espacios nos parece la mejor
solución.

 Las formas
performáticas del cotidiano

 Los modos cotidianos de actualizar el modelo de sociedad
que han construido los actores sociales (actores que no siempre
son consientes en sus actos, ni menos son enunciados estos de
manera explícita), en un continuo que no parece nunca
acabar, resultan ser actos soberanos que no son recogidos por las
actuales constituciones legales como derechos efectivos a
disfrutar por aquellos sujetos. Lo que no registran tales cuerpos
legislativos no existirá en la "realidad". Sobre estos
asuntos trataré a continuación en este punto del
ensayo. En tal sentido me concentro en claves del proceso. Lo que
importa acá será la revelación de estas
verdades ocultas por la retórica oficialista de los
estados políticos.

 Creatividad popular y vida
cotidiana.

En materia de
política no debe despreciarse en los sujetos su creatividad
frente a los cambios. Porque hemos de entender la creatividad
popular –sobre todo, ante aquellas situaciones
límites que deben enfrentar los sujetos sociales en el
cotidiano– como un capital político que
estaría a disposición de la sociedad en su
totalidad. (En otros textos hemos reflexionado acerca de la
capacidad antropofágico-cultural de la sociedad cubana,
que ha debido mostrado ante situaciones límites en ciertos
momentos críticos de la historial nacional.) En este
ensayo nos ocuparemos de los últimas cinco décadas.
En tal sentido, sería mejor discutir algunos eventos
históricos que nos ayuden a entender el sentido
político de la creatividad popular en la vida
cotidiana.

Empezaremos por advertir, en tal sentido, la presencia de un
entramado de prácticas económicas no-estatales
(muchas en outsider) que, para solventar las delicadas
contingencias existenciales que han ocurrido en dicho
período histórico, ha estado ejerciendo la población en Cuba –de forma
espontánea y cómplice–. (Prácticas que,
además, tributan a un paradigma autogestionario de vida
cotidiana.) Siguiendo la línea del dinero que
llega de remesa, por ejemplo, –y antes de acabar en las arcas
del Estado– todo un derroche de ingeniosidad popular se
hallaría en el camino. La política debería
reconducir esas energías a terrenos más
fértiles, mientras aprende de aquellas dónde se
encuentran sus propias carencias y excesos. Las sinergias que
induciría tal política no debe conducir a la
autolegitimación del régimen político
existente, como así lo demuestra la función
apologética que cumple el periodismo
cubano en la actualidad.

"Cocina al Minuto".

Durante más de cuatro década se ha mantenido en
pantalla el popular programa de
la
televisión cubana: "Cocina al Minuto". Lo que ha
sucedido en aquel pequeño set –semanalmente–
significa un botón de muestra de lo ocurrido en Cuba en
medio siglo. Fueran estos tiempos buenos o malos. [Subrayo un
hecho: Conducido por Nitza Villapol, tenía dicho programa
a una figura femenina (mulata) como ayudante de cocina.
¡Excelente mensaje antirracista!] El arte de cocinar
se basaba en el encanto de hacer magia con aquellos alimentos escasos
con que contaba en ese instante el pueblo llano del país.
Pero, sobre todo, las recetas de Nitza lograban un balance
nutritivo que sugería al público. (Siendo un acto
antitético ante los patrones consumistas que identifican a
aquella época.) Poco le importó a Nitza si
enfrentábamos una crisis
económica –como en 1970–, o si soplaban aires de
bonanzas –como en 1984–.

Siguiendo aquel programa de Nitza podríamos hallar
varias alternativas a los múltiples dilemas que
enfrentamos hoy en Cuba – sanitarios, sociales,
ecológicos, culturales, etcétera–. Los estudios
sociales, económicos y culturales que realizamos en Cuba
hoy podrían encontrar en dicho programa de televisión –fuente documental
directa– un rico testimonio histórico-social (de valor
extraordinario) sobre las últimas cinco décadas.
Sobre todo, esta fuente nos ofrece la oportunidad de abordar al
menos tres momentos del trabajo
doméstico dentro del proceso histórico de la
Revolución cubana. Un dato de increíble valor en la
actualidad dado el interés
por deconstruir el discurso cosificante que subalterniza a
amplios sectores de la sociedad.

Soberanía del habla popular.

Entender la evolución de la facultad elocutiva de los
cubanos no debe entenderse como un ejercicio académico
–que estaría a cargo de especialistas en materia
lingüística o filológica–
sino, ante todo, resultará una demanda
política de la sociedad. Pensemos en nuestros espacios de
diálogo,
por ejemplo. (Sobre todo ahora que estamos convocados a un
debate
nacional.) Quien estudie los espacios de diálogo y sus
dinámica en las últimas cuatro
décadas del siglo XX cubano, entonces, podría
advertir cómo se ensanchan éstos en las
décadas de 1960 y 1990; mientras, en cambio, se produce
una contracción de aquellos en las décadas de
1970/1980. Incluso, hemos de advertir cómo este
diálogo –que crece y se cualifica con los
años– empieza dándose sobre la oralidad-pueblo en
la década de 1960, pasa a le escritura-poder en las décadas de
1970/1980, para acabar ambos aspectos del lenguaje
fusionándose en las prácticas escritorales que
emergen en la década de 1990. En un estudio que realizamos
sobre el tema –que logró una mención en el Premio
Andrés
Bello 2006–, entramos en detalles al respecto. Estimamos
allí a las prácticas escritorales como estrategias
performáticas cotidianas en el proceso de
significación de la realidad, regresivas que se reproduce
sobre la matriz
colonialista de varios imperios. Entre las tantas estrategias que
en tal estudio sociolingüístico describo se
hallaría aquel discurso antirracista producido por
sectores intelectuales
críticos de la sociedad cubana (Como el trabajo de
Walterio Carbonell, por ejemplo.) La defensa de la
soberanía del habla popular en la actualidad implica
trascender la retórica liberal en materia de libertades
sociales –expresión, manifestación,
etcétera–. Significa, en fin, medir al modelo socialista
en su propia escala.     

Estrategias
performáticas cotidianas 

La simple reducción de las múltiples funciones del
lenguaje al ejercicio de enunciar la realidad, –y este
último al locus del poder (léase, la
tribuna oficial)–, en principio, resulta un acto imbécil
de consecuencias sociales, culturales y políticas
inefables y negativas todas. El derecho ha hacer sociedad no
puede ser confiscado por ningún poder en particular, esto
es, sin antes estropear las maneras e identidades propias con las
que fluyen las comunidades sociales hacia el futuro y se ejercen
ellas mismas. Las nuevas realidades que se constituyen como
resultados de procesos tales, ante todo, deben ser nombradas por
sus hacedores. Existe entre letrados un prurito literatucente de
verlo redactado todo. (Incluso el cine
literaturizado vale más.) Según esta manía,
lo que no aparezca en letra impresa no debe ser reconocido como
un hecho merecedor de cierto espacio en la Cultura. En materia de
cultura artística y literaria, por ejemplo, lo que cuenta
en el diálogo intercultural serán el
relato y el canto –como las
prácticas estéticas más pertinentes al
diálogo en cuestión–; sin embargo, las
élites letradas se empeñan en prefijar
géneros artísticos y adoptar prácticas
culturales como actos definitivos que coagulan la creatividad de
los pueblos en gestos patéticos y/o risibles. [Esto
explica las actitudes de
estupor ante el reggaetón en la Ciudad Letrada en Cuba.]
Lo más riesgoso acá resultará de la
postración de la sociedad en simulacros estériles y
alienados, que impiden una reproducción social (saludable) de la
misma. Esto obliga a realizar estrategias de resistencias
que estarían a cargo de los sujetos políticos
populares
que deben realizar las mismas, contra las formas
despóticas del poder político en la sociedad.

Enfrentar con eficacia estas
formas despóticas no resultan paseos de domingo. Porque
las luchas simbólicas en la sociedad vienen luego a
complicarlo todo en la política. Pensamos que la adoptar
un enfoque antropológico-cultural nos capacitaría
para encontrar/reconocer/entender las tantas modalidades y
lógicas de realización que adoptarán tales
batallas sociales. Definitivamente, la vida cotidiana en Cuba
responde más a las dinámicas
ideológico-culturales que a las exigencias de la
institucionalidad jurídico-política que subyacen
como presupuestos
de la sociedad real existente. Las leyes no escritas
se mueven en los intersticios del orden oficial sin revelarse a
ojos vistos. (Están dadas, son oficiciosas, se cumple.
Pero no son legisladas por el Poder.) Debemos superar lo aparente
para descubrir lo decisivo. Esta sería la misión
que me planteo ahora en este ensayo.

Las
prácticas sociales ritualizadas como estrategia de
dominación política

 Las sociedades
periféricas no participan de la racionalidad instrumental
de las sociedades subdesarrollantes ubicadas en la médula
del sistema-mundo (capitalista). Cuando triunfa la
revolución en Cuba (1959), entonces, un sujeto popular
pasa a primer plano en la escena nacional. La eclosión del
sujeto popular alcanza a inundar los espacios constituidos
–e incluso los re-crea–: pero no los subvierte en su
totalidad. La nueva sensibilidad popular que emerge se yuxtapone
a la racionalidad instrumental que se expresaba en la ideología desarrollista de que era
portadora la clase política cubana. Entre dos aguas, la
clase política articula un modelo
democrático-popular (Consejo de Ministro/organizaciones
sociales paraestatales); incluso, dotado con más espacios
de participación directa que el modelo anterior.

Este modelo, grosso modo, aseguraba la legitimidad
del régimen sobre esquemas movilizativos masificados que
resultaron en una socialización formal de las multitudes en
los valores
que predicaba la misma. Los grandes mitos
políticos que había fomentado el populismo criollo
en las décadas de 1930/1940 –mitología política que tributaban a
aquellos tres movimientos de fondo que subrayábamos en
este ensayo: urbanización, proletarización y
burocratización de la sociedad neocolonial cubana– ahora
son actualizados por el verdadero protagonista de la historia
nacional: Las clases populares en Cuba. Asimismo, la
condición colonial que se expresaba en la
postración popular ante la dominación imperialista
sobre la sociedad cubana fue reproducida por un modelo de
dominación política nominalmente del tipo
socialista.

Las prácticas de dominación adoptadas, entonces,
seguirán una estrategia algo alevosa. Esto es, los mitos
políticos son ritualizados según una estrategia
cuartelaria de dominación política de la sociedad.
Esto ocurre en la década de 1970 mientras se produce la
integración de Cuba al CAME y la
élite política apuesta a la articulación de
una sociedad cerrada. (La "urna de cristal", diría Fidel
Castro.) La táctica se sostenía en un silogismo tan
elemental como absurdo: Los créditos otorgados (rublos/CAME amistosos,
más petrodólares baratos) sería suficiente
para industrializar el país en apenas una década.
(¡Aquel viejo sueño desarrollista ahora a punto de
cumplir!)

Para ello era necesario tener una abundante y disciplinada
fuerza de trabajo. [Estudiar desde esta perspectiva lo que
sucedió en XIII Congreso de la CTC nos ayudaría a
deconstruir esta estrategia de "desarrollo".
Pero, ante todo, no asistiría en la batalla de
deslegitimar la deuda externa
cubana. Entonces, una deuda adquirida de forma ilegítima
por cuanto el pueblo no decidió la misma.] La vida
cotidiana fue vaciada de sentido político –mejor
dicho: ritualizada– para lograr el consentimiento de las masas
populares ante estrategia de desarrollo aplicada con
métodos autoritarios por la élite política.
El modelo de sociedad que acomodaba a tales propósitos
sería el modelo productivista de sociedad, que,
además, hacía la traducción del guerrillerismo en
"heroísmo cotidiano". (Lo cual significó una burla
al pensamiento
del Che Guevara, que defendía la superación del
estilo guerrillero por el "heroísmo cotidiano" de las
masas populares que emergían como sujeto
protagónico de la revolución socialista en
Cuba.)

Pero es mayor el daño.
Durante cinco décadas se ha otorgado constantemente la
clase política votos de confianza que no otorgados por el
pueblo. (Fabrican seudo-plebiscitos en cambio.) Provocando
así la creación de sinergias regresivas en el
movimiento de la carga simbólica de los mitos
políticos en Cuba. Los tres grandes mitos políticos
que fueron articulados desde la "racionalidad" popular
–única agencia política de legitimidad
efectiva del régimen cubano–: Fidel, Revolución y
Patria, por sí mismos, fueron siempre manipulados para
mantener los niveles de movilización social que la
racionalidad tecnocrática del Estado obrerista no lograba
por sí misma. (La crítica áspera del
compañero Fidel Castro en medio de la Rectificación
iniciada en 1985 así lo confirma.) El cuento popular
que relata el encuentro entre Fidel y Pepito, –que, luego de
escuchar una larga explicación de Fidel sobre las
vicisitudes que enfrentaba la Revolución entonces, hace
exclamar a Pepito: "Oye, aquí el del Cuento quién
es ¿tú o yo?"– recorre la Isla como pólvora
en la década de 1970.

Esta voz popular hace sospechar sobre lo que ocurría de
fondo en la sociedad política. Implica la adopción
de estrategias performáticas cotidianas que superan las
actitudes de resistencia cultural tradicionales, realizadas
éstas de manera ininterrumpidamente por el sujeto
político popular, ante los poderes despóticos
coloniales que había enfrentado hasta entonces. Es decir,
no se trataba ahora de contestar las contingencias que ciertas
estrategias hegemónico-coloniales intentaba "naturalizar"
ante la conciencia nacional, no, sino, la guerra contra
la traición política a la revolución popular
con el empleo de las
armas
ideológico-culturales (la trompetilla) de probada eficacia
en el pasado.        

La actitud de postración del pueblo ante atropellos
tales –que será justificada desde la mezquina
mentalidad de algunos políticos cubanos como resultante de
la relación cosificada establecida entre Estado y
sociedad– halla una solución de continuidad en la
década de 1990. Convertir la vida cotidiana en un espacio
de creatividad popular donde sean construidas nuevas realidades
que faciliten la realización humana de los cubanos, sin
duda, esta siendo bloqueada por un Estado burocrático
policial que insiste en mantener ese estado hipertrófico y
alienante que, finalmente, pugna contra un socialismo libertario
que se fundamenta en el diálogo, la autogestión y
el consenso como proyecto de nueva sociedad. Pues bien, el
destino de aquella estrategia de ritualización del
cotidiano, en la década de 1990, deviene en proceso
folclorización de la vida doméstica de la sociedad.
Proceso que alcanza la complicidad de la población cubana,
además. ¿Cómo pudo suceder tal infamia en
Cuba? Las críticas a la mediación estatista de las
relaciones sociales entre cubanos hacia regresar a lugares
conocidos de probada eficacia. (Desde luego, lugares forjados por
la vieja sociedad que habían sido superados en tres
décadas.) Cinismo aparte, la clase política intenta
capitalizar esas experiencias ahora para "demostrar" que el
Socialismo sería la mejor opción.
(¿Qué socialismo será?) Los políticos
además especulan con los miedos populares al ofertarse
como salvadores del bienestar perdido de la sociedad cubana. En
verdad, siendo poco originales al presentar una "nueva estrategia
económica de desarrollo", para aquel país que antes
destruyeron con esa concepción productivista en que
todavía insisten en aplicar. Nuevamente apelan a
mecanismos obsoletos de manipulación para alcanzar el
consentimiento de la sociedad.

El dilema de Cuba, en tal sentido, nos lo planteamos
así: ¿Proceso de facturación del consenso o
apelación al consentimiento de la sociedad? Pero esta es
una interrogante que lleva a otra: ¿Facturar hoy nuevos
consensos alejados de la vida cotidiana de los cubanos? [En el
siguiente acápite comentaré un artículo
exquisito del poeta Víctor Fowler: "Notas" (noviembre,
2009), que el autor nos ofreció como "respuesta" a un
proyecto de libro que le
enviamos antes. (Reflexiones que articuló a
propósito de aquellos textos iniciales. Las cuales
implican la apertura de un diálogo que pretende darnos una
sociedad a la estatura de nuestros sueños más
sentidos y comunes.)] Entonces nos ocuparemos del consenso. Esto
es, la forma de facturar los pactos sociales que
sostendrían la vida colectiva futura de los cubanos. En
tal sentido, el poeta nos exige "un diálogo sin odios". No
lo he consultado con él, pero. Imagino que adelantar "un
diálogo sin odios" significa la adscripción a
aquella máxima martiana de "con todos y para el bien de
todos" ¿O sí? Si estoy en lo correcto debo advertir
que estamos ante el desafío de desdibujar las falsas
fronteras que nos dividen en cubanos "de adentro y de afuera". La
objeción que hacemos a la cosificación de la vida
cotidiana nos resulta congruente con los fines altruistas que
alientan la búsqueda de la concordia nacional. Entiendo
que quienes son partidarios de mercantilizar a la sociedad, –sin
tapujos diré–: piensan a su favor sacarle el "mejor
partido" a este diálogo entre cubanos. Esto, lo digo: no
me parece honesto de su parte.

El dilema de
Cuba: ¿espartanos o hedonistas?

 En cambio, este sí parece ser un dilema grave en
Cuba que, dado a nivel de sensibilidad social del pueblo llano
(en tanto ethos ético-social, quise decir), está
creando puntos de conflicto
entre generaciones que tienen experiencias no afines en esta
historia de medio siglo. En otros artículos he sugerido un
diálogo fundado en aquellas experiencias comunes entre
cubanos: período especial, diferendo Cuba/Estados Unidos,
ninguneo estatista, Estado burocrático policial,
etcétera. Incluso, hablo del estudio del período
pre-1989 como "arqueología" del saber que no
aportaría más de aquello que hallaríamos ya
contenido en estas últimas dos décadas. Pero esto
no significa que adoptamos una actitud nihilista ante estas
diferencias que nos definen en el debate. Evitando que devenga en
confrontación tal diálogo, ahora hablaré de
la cultura funeraria del cubano. Le haría saber a nuestros
mayores cómo la Revolución cubana se mantuvo en la
tradición del martirologio que cultivó el
capitalismo periférico antes que triunfara la
rebelión popular en 1959, y de cómo Carlos Marx nos
aconsejaba que dejáramos a nuestros muertos descansar.
(Recuerden que "les extrêmes se touchent".) Los haré
cómplices a todos. Les diré: El País de la
Sonrisa –o la Isla de la Libertad de
los 60s– que soñábamos crear. ¿Qué
ha sido de él? Hay tantas cosas lindas por hacer que
difícilmente se resista alguien a asistir a la fiesta de
la libertad.

Confieso que si me viera obligado a colocar un rótulo a
este párrafo sería este: "Comentarios a las
Notas de Víctor Fowler. Lo épico, lo
trágico, lo cómico. Lo patético en la
Revolución cubana". Porque detrás de tantas
esperanzas frustradas se hallarán a millones de
soñadores que ha sido vapuleados por décadas. (Y
acá no incluyo a los egoístas que menciono en las
últimas dos oraciones del último párrafo del
capítulo anterior.) Los cuadros de difuntos de color sepia que
colgaban de las paredes de las salas de los hogares en Cuba han
salido a la calle para hacer del país un gran campo santo.
Le haría esta pregunta al hombre del
orden: ¿Acaso no os habéis dado cuenta de ello?
Antes se hacía reposar a los difuntos en cementerios que
estaban a la entrada o la salida de los pueblos. Colgados en las
paredes de casa significaban el honor familiar dado en herencia a todos.
Pero hoy hemos convertido lo fúnebre en hábito.
¡Qué país más triste, carajo!
Después se podría girar sobre los talones para
dialogar con "la gente de la pista". (La Pista –en Cuba– ha
sido orgiástica. na` má.) [Curioso este
epíteto con que califica el pueblo a la sociedad: La Pista
–como una gran escena en donde actuarán ciertos "papeles"
para logar cosas–. ¿Significa que tales "actores" han
adoptado un distanciamiento crítico ante la realidad?] Por
caso, antes las mujeres del viejo oficio eran miradas con
desdeño por las personas decentes en la sociedad. En la
década de 1990, en cambio, eran calificadas como
"luchadoras" por una existencia humana –si no digna, al
menos– cómoda. Encontrar algún reposo
–hallar cierta comodidad– en la década de 1990 se
convirtió en la alucinación del sediento en el
desierto. ¡Fuera las ideologías del caso! El dilema
es cómo recuperar las "piezas" perdidas de aquella
maquinaria social que aseguraban su marcha cotidiana hacia la
felicidad. Soy optimista acá. Las artes teatrales en Cuba
están por darnos la sorpresa con una propuesta
artística que nos daría alternativas frente al sino
hedonista forjado a finales de la década de 1990.

Quizá al lector le parezca algo sórdido que
hagamos sobre las artes funerarias que ejerce el
funcionario-sepulturero algún análisis sustancial
–que le puede resultar de mal gusto–; pero, aún
peor sería reconocer que: La ética
política que haya en el martirologio la razón que
la sostiene en el poder, sin duda resulta ser la causa que
justifica este triste cementerio-sociedad que habitamos los
cubanos en la actualidad. (En tal sentido hago silencio y pido la
complicidad del lector para completar las faltas del
texto.)
Pensemos en positivo. La vida cotidiana en Cuba ha resultado ser
el campo ideológico-cultural donde los mitos
políticos han sido actualizados y ritualizados de manera
ingeniosa para constituir un nuevo ethos ético-social.
(Esto es, una nueva sensibilidad de época que
descalificaría al Estado burocrático policial que
padecemos los cubanos hoy.) Pero hay más. Sucede que los
flujos simbólicos en la sociedad han sido obstruidos con
la aplicación de métodos
burocrático-policiales que tributan a una tradición
autoritaria de larga duración en Cuba. La historia de las
agresiones contra los fetiches religiosos del culto o la
adoración popular –sagrarios, resguardos, rituales,
etcétera–, por ejemplo, resulta ser la historia de la
adscripción cubana al socialismo de Estado entre
1971/1989. En otros textos he abordado el asunto de la
constitución de un nuevo estado ético-social en la
sociedad de 1989 a la fecha. Pienso que ahora lo que
valdría la pena discutir sería la vieja manera de
hacer política que hemos de re-crear para seguir adelante
con una acción
libertaria eficaz siempre con la frente en alto. Como
diría Darcy Ribeiro: "Cuba debe asumirse tal como es"
–sin miedo, quiso decir.

Socialismo
libertario: proceso de individuación
altruista

 Considero hoy que la situación es revolucionaria
dada por variables que
son decisivas: 1) Las cuotas de autonomía que ganó
la comunidad en
la década crítica de 1990, 2) El proceso de
articulación de una nueva sensibilidad de época en
las últimas dos décadas. Para lograr traducir este
potencial revolucionario en acción libertaria concreta:
¿qué se podría hacer? Seguir la estrategia
de constituir una guerrilla semiótica que se empeñe en
deconstruir la razón de Estado pudiera restar legitimidad
al orden existente para adelantar otro mejor. Considero que la
antigua estrategia política (iluminista) de
concientización parece hoy mantener cierto efecto
movilizativo de masas –no agotado aún–. Tampoco
vendré a descalifica estas acciones. Lo
que sucede es que asociado a esta última estrategia
subversiva se hallaría un modelo de movilización
política de corte autoritario, que acabaría
legitimando una "vanguardia" de
gente sabelotodo, hacelotodo y comelotodo –habría
dicho Roque Dalton–, que, además, tienen a mano un
repertorio con todas las respuestas posibles ante los dilemas
inimaginables que podrían acaecer en un futuro establecido
por decreto. En un mundo así la capacidad de estupor se
pierde y esa, confieso, sería mi objeción
más seria. Estamos ante una sociedad jurásica y
tediosa –dicen los jóvenes en Cuba–. Pero
¿cómo hacer de aquélla algo otra mejor?
[Alguien ha sugerido en Cuba replicar la experiencia (jesuita) de
las reservas indígenas del Paraguay: nada,
socialismo cuartelario. con swing.] Los criterios que
hoy adoptamos para el acto considerar los cambios
políticos que necesitamos se basan en paradigmas que
son obsoletos. Gente en la calle, carteles en las manos, palos y
piedras. Barricadas y banderas. Podríamos trazar una
línea histórica que tejería a la Comuna de
París con el guevarismo en Cuba –pasando por el
bolchevismo leninista– en la tradición política
occidental. Estimo la táctica guerrillera será
semiótica porque la problemática que nos plantea la
civilización capitalista actual no es política sino
cultural.

 Hemos tocado fondo. La creación de una cultura
radicalmente opuesta a la del capitalismo es una exigencia que
defienden las fuerzas de izquierda radical en América
Latina en la actualidad. (Incluyo en esta categoría a
las agencias políticas que lograron traducir el malestar
histórico y existencial de mujeres, indígenas,
negros, indigentes, etcétera en una militancia que
contesta las prácticas de exclusión que dominan la
realidad cotidiana de los pueblos.) Pero. ¿Cuál
sería la otra sociedad que pondríamos en lugar de
aquélla? Castoriadis advierte del proceso de
individuación que sigue Occidente. En este contexto la
cuota de autonomía de que disfrutan los actores sociales
se ensancha y ahonda con el tiempo. Pensemos en los 870 millones
de dólares que recibimos los cubanos en calidad de
remesas. Antes que este dinero llegue al Estado, decía,
recorre un larguísimo camino. En 2008 ofrecí una
entrevista a
Michel Suárez (Cubaencuentro.com), donde el editor
censuraba una expresión mía decisiva: "Lo que ahora
importa no sería averiguar cómo el populismo se
metió inadvertido en el socialismo que conocimos por
debajo de las sábanas, sino, cómo impedir que aquel
igualitarismo cruce la frontera;
además, sin requerir de las formas de
individuación que la filosofía del egoísmo
nos impone.
Después se podría discutir el
proceso de reconversión del aparato de producción que esto exigiría, las
formas más pertinentes de sociedad política, los
modos de entretejer la vida cotidiana con las acciones de cambios
en la misma, etcétera". (Letras en
itálicas
: texto que fue censurado por el editor.)
Moraleja: Este acto de censura marcó una amplia diferencia
entre la posición del autor y la del editor frente a los
destinos de los cubanos.

La relación cosificada entre Estado y sociedad,
además de mercantilizar el cotidiano, facilita la
adopción de fórmulas de distribución de la riqueza que
negarían aquellas cuotas de autonomía antes ganadas
por los cubanos. Por ejemplo, todo el dinero
depositado en cuentas bancarias
por la población superar los 12,000 millones de pesos, que
podrían constituir un fondo financiero para el fomento de
pequeñas empresas
(agencias, cooperativas,
etcétera) en la comunidad. [Debemos aquí advertir
que, la forma cooperativa de
trabajo –estímulo material colectivo– no obstruye
el desarrollo de la conciencia socialista en la sociedad,
según Che Guevara.] Lo que se ofrece en cambio será
la criminalización de la iniciativa popular por el Estado
burocrático policial, como filosofía
política que confisca la autonomía lograda en un
simulacro político de mal gusto. Quizá tenga otras
lecturas en la actualidad aquel poema de Heberto Padilla:
"Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad", por ejemplo,
que aquellas que fueron posibles en la década de 1970.
["Lo primero: optimista. / Lo segundo: atildado, comedido,
obediente. / (Haber pasado todas las pruebas
deportivas.) / Y finalmente andar / como lo hace cada miembro: /
un paso al frente y / dos o tres atrás; / pero siempre
aplaudiendo".] Pero el sentido tragicómico se
conserva.

Las formas que adoptó la ritualización de las
relaciones sociales pudieron variar en las últimas cinco
décadas, pero los métodos siguen siendo los mismos:
Vaciar de contenido político a la realidad. Esto
está detrás del bloqueo de la autonomía ya
ganada por los cubanos, insisto, en los difíciles
años de la década de 1990.

Los que tienen en Cuba el hábito de pintarlo todo en
blanco o negro no podrán advertir que al interior del PC
cubano hay fuerzas en pugna, que toman partido por una u otra
alternativa que se debaten en los foros sociales al uso
–internos o extremos–. En la agenda aparecen varias
opciones: El modelo vietnamita (o el chino), el modelo
autogestionario popular, el socialismo del
siglo XXI, la acción movimentista no-estatal,
etcétera. Predomina, en cambio, la matriz liberal de la
ortodoxia entre la militancia del PC cubano. (Podrían ser
socialistas o conservadores solo por accidente.) Desde esta
posición sería admisible prever la adopción
de una economía de mercado
(¡controlado!) como soporte del desarrollo "socialista" en
el futuro inmediato de Cuba. Cuando se piensa en la sociedad como
la suma mecánica de muchos individuos aislados,
entonces, resulta algo imposible imaginar otro "cemento"
–para facilitar la integración de aquellas "piezas"–
sino el mercado. La crítica a las políticas
asistencialistas del Estado cubano les llevaría a la
institucionalización de un modelo de socialismo
corporativo que acabaría siendo una pésima
caricatura del Estado de bienestar del pasado. (Pienso en el
machadato ahora mismo.) Las formas de ninguneo que tanto
dañaron la autoestima del
cubano en los últimas cinco décadas, ahora
podrían ser actualizadas por medio del descentramiento de
las agencias de cambio en la sociedad. (Donde no existe un
responsable nadie es culpable.) Entonces así, el malestar
social se convierte en un culebrón que no acabaría
jamás en acciones políticas por un cambio efectivo.
Exactamente lo mismo que sucedía en la segunda
república burguesa en la Cuba del siglo XX.
    

Pensamos en otra sociedad. La imagen que tenemos del
socialismo libertario, por ejemplo, supone la existencia de una
sociedad abierta y libertaria que se constituye y adelanta por
sí misma. ("Principio de endogénesis contextual",
según Orlando Fals Borda.) Este modelo de sociedad se
sostendría en el diálogo, la autogestión y
el consenso. En tal sentido, hemos de advertir que sólo
entre iguales o diferentes se hace posible el diálogo.
(Porque el diálogo entre opuestos sería un
diálogo entre sordos.) Por otra parte, las únicas
formas democráticas que podrían facilitar la
realización de los procesos de reproducción de la
sociedad se objetiva en la autogestión social de la misma.
Desde luego, estas formas sociales no podrían ser
constituidas sino por consensos que propician una
actualización continua en el tiempo-espacio de las
mismas.

Los estudios que hemos cumplido al respecto de la sociedad
cubana (1959/2001) nos confirman en este paradigma de sociedad
abierta y libertaria aún por realizar. Esta ha sido la
experiencia del pueblo cubano al enfrentarse a situaciones
límites (como las décadas de 1960 y 1990) o
coyunturas complejas (como las décadas de 1970/1980) en el
último medio siglo. Ahora bien, entre las "sociedades
plurales" –según el paradigma liberal– no resultan
todas sostenibles y/o equitativas por sí mismas.
[Exigiría esto un análisis sustancial del dilema
político que significa la existencia de aquellas
asimetrías sociales que se hallarían de fondo y del
modelo societal (autoritario, mercantilista, etcétera) que
las produce y perpetúa en la vida cotidiana de la
sociedad]. Entonces, la vida cotidiana puede ser
–según esta concepción nuestra– aquel
ejercicio humano autónomo en donde haciendo sus propias
vidas –a imagen y semejanza de sí mismos– los actores
sociales implicados re-crean la sociedad que habitan.

Añadido

 "Desiderata. Para la reforma del cotidiano entre
cubanos".

 Este sería el programa básico que
proponemos para una reforma de la cotidianidad en Cuba y que,
según mi opinión, debió resultar el
contenido del paquete de medidas que adoptó el Gobierno cubano
en el verano del 2008. Entonces, en vez de liberalizar la
venta de DVDs,
el acceso a la telefonía
celular, etcétera, aquel grupo de
medidas pudo haber incluido estas otras:

01.    Pensamos que el estatuto
municipal que institucionalizó la reforma a la
Constitución en 1992 tendría que ser radicalizado
en función de redondear la soberanía de la
comunidad. Capacitarla para el pleno ejercicio de sus derechos y
el estricto cumplimiento de sus deberes.

02.    Creemos posible cargar de
contenidos nuevos las actuales asociaciones cívicas de la
sociedad, así como reciclar aquellas instituciones
estatales que tributan al modelo verticalista que identifica al
Estado burocrático policial en la actualidad.

03.    La creación de un Consejo
de Gobierno –que fusione a los Consejos de Estado, de
Ministros, de Administración (provinciales)–, que sea
realmente subordinado a la Asamblea Nacional, resulta una
garantía a la autonomización de la sociedad
municipal.

04.    La creación de
observatorios sociales –ocupados en la realización de
estudios de diagnósticos y prospectivos sobre la
problemática integral de la comunidad–, podría
devenir en la articulación de mandatos explícitos
que la misma encargaría a los delegados del Poder
Popular.

05.    Exigimos que la agenda
deliberativa que conformaría los foros comunitarios
creados –o por crear– deben considerar el impacto de
intervenciones de empresas propias y nacionales. Los foros deben
ser proveídos de la información que sea adecuada y suficiente
dado el caso.

06.    Proponemos la creación de
comités de concertación de acciones y consejos de
resolución
de conflictos en cada Consejo Popular que faciliten los
patrones de interacción y medios de
autorregulación social, que serían creados de forma
concertada por los vecinos de la localidad.
      

07.    Entendemos que debería ser
transferido al municipio –en calidad de usufructo pleno y
efectivo– aquella parte del patrimonio
físico de la Nación
que garantice la reproducción de la sociedad local de
forma autónoma y según criterios de desarrollo
endógeno.

08.    En tal sentido la gestión
de gobierno se realizaría mediante la actividad de
PYMEs
(agencias, cooperativas, comités, etcétera) por
métodos de licitación de contratos de
servicios
públicos que se ofertarían en la comunidad.
Sería esta una economía social bajo control
popular.

09.    Empoderar al sujeto comunitario
significa reconocer la plena personalidad
político-jurídica al Consejo Popular en la
localidad. Suficiente para objetar la realización de
empresas que afecten negativamente la ecología, la
cotidianidad y la identidad.

10.    Estimamos que la dotación
de competencias al
municipio debe integrarse con la disposición del crédito
bancario que facilitaría la ejecución de proyectos
comunitarios autónomos que se propongan los ciudadanos.
Los ahorros bancarios del pueblo serán exclusivos del
Cabildo.

Consideren estas medidas como propuestas que hacemos al debate
nacional que se anuncia como antesala del VI Congreso del PC
cubano. Este sugiero sea el programa de cambios (mínimos)
que estarían llamados a defender –en medio del proceso de
deliberación en cuestión– todos los libertarios
cubanos.

 

 

 

 

Autor:

Ramón García Guerra

Santa Fe, Ciudad de La Habana, Cuba

27 de noviembre de 2009.

Partes: 1, 2
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